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No puedo verlos a los ángeles, pero... ¡sé que están aquí! Están pidiendo por una respuesta. ¿Sabes? Yo mismo fui uno de ellos. Pero cambié. Aposté por la carne y la sangre. Porque no se puede vivir de sólo mirar. Tienes que tocar. Tienes que... tener a alguien. A quien amar."
— Peter Falk, a Daniel, en 'Las Alas del Deseno'
—No me lo cuentes —dijo ella.
Él la miró, exhausto. El día había sido largo y brutal.
"Mis desolaciones no cabrían en su alma", pensó. Abrió la heladera y
engulló una milanesa como un animal. Al girar, la encontró completamente
desnuda, instándolo a hacer el amor.
"Qué pena", pensó. "Cree que solo soy un
animal hambriento".
Corrió hacia el balcón, desplegó sus alas y voló hacia una
colina distante. Desde allí, contempló las luces de la ciudad. Esa noche, las
bombas habían perfeccionado su letalidad.
Aturdido, dudando de toda condición humana, regresó. La tomó
en sus brazos y con voz calma le dijo:
—Tenés razón. Muramos de amor, y no por las bombas.




















